La forma en la que gestionamos nuestro día a día, cómo nos movemos, nos alimentamos y nos relacionamos se refleja directamente en nuestra fachada exterior: la piel.
Por ello es muy importante saber leer las señales que nos envía, no solo para entender sus propias necesidades, sino también todo lo que necesita nuestro cuerpo y nuestra mente, y poder darle lo que nos pide.